martes, 14 de abril de 2009

El aborto


Eusebio, iracundo, alzó la voz: ¡Eso es un crimen!

Otros compañeros trataron de calmarlo diciéndole que solo era una discusión de clase, que no se alterara, ningún comentario era personal.

-¡Me voy a alterar todo lo que quiera y deba! ¿Cómo pueden defender a esas… mujeres? ¡Son unas malditas, asesinas, ellas y los doctores, por putas les pasa lo que les pasa!-

-Eusebio, por favor. Tienes que ser más comprensivo, relájate un poco, estás muy estresado.-

-¡Comprensivo, pura verga! Lo que hacen es contra la naturaleza, contra la vida, ¡contra Dios! Todos ustedes son iguales, no tienen respeto por nada, no creen en Dios, ni en la ley, ni tienen ética, drogadictos, herejes, satánicos, igual defienden a homosexuales que a terroristas, a prostitutas que a revoltosos, ni a sus viejos les tienen respeto, menos a la vida de un pobre feto!.-
-¡Oye! YA BAST A CABRöN, ¿ya estuvo no? Te pasaste, solo era una discusión, solo era intercambiar opiniones pero tú has hecho de todo esto un verdadero desmadre. No tienes derecho a ofendernos a ninguno de nosotros, no te hemos hecho nada malo.-

-Pues ya les dije, por mi que metan al bote a todas esas perras asesinas o que se mueran pariendo si es la voluntad de Dios antes que negarle la vida a esas pobres criaturas inocentes.-

Eusebio seguía escupiendo argumentos, cada vez más irritado, cada vez mas rojo del coraje, exaltado por completo. De pronto su lengua comenzó a hincharse desproporcionalmente, de tal forma que comenzaba a salírsele de la boca. Litros y litros de saliva escurrían por su cuerpo.

Cayó temblorosamente al suelo de rodillas mientras seguía ahogándose en sus propios fluidos. Los ojos le empezaron a sangrar mientras se engrandecían grotescamente. Todo su cuerpo se volvía hacia afuera, la carne escapaba de los límites de su piel a través de los poros, la grasa corporal, los ácidos. En un instante se había convertido en una masa sangrante de carne. Palpitante en todo su conjunto visceral. Aun se oía un grito animalesco desde el fondo de todo eso. Palpitaba ese corazón gigante en el que se había convertido y a cada palpitación, de poco en poco, comenzó a notarse que su volumen se reducía, como si toda esa masa se comprimiese sobre si misma. Latido a latido se volvía menos, menos, casi nada. De pronto, hubo un ruido……….

¡PLAC!

Y su respectivo eco….

plac

plac

plac

Acompañado de un breve y cegador resplandor:


...
Cuando los demás estudiantes, atónitos, recobraron aturdidos la vista, Eusebio sencillamente ya no estaba. Solo quedaba la mancha de sangre de lo que fue.

Al parecer, lo habían abortado demasiado tarde.


Carlos Giovanny Torres Manriquez
Gracias a Alvaro Luis Berron por sus oportunas correcciones realizadas.

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