lunes, 5 de octubre de 2009

Comentarios en torno a “Aloqua. El demonio de la venganza” de Mario Jaime...

-Por Diana Cuevas-

I

Aloqua se integra en un todo donde filosofía y política se entrelazan a la sensualidad de la tragedia. Elementos bien conocidos y explorados por Mario Jaime.

La realidad político-social nacional y estatal –a la que crítica e implícitamente hace referencia- , logra develarse dentro de una realidad más profunda, de carácter mundial de la humanidad. Nada escapa a la visión del dramaturgo. Y es que, entre escena y escena, temas como la violación de derechos humanos por ejército y policías, a más de uno le recordó los episodios de Atenco, la insurrección de la APPO en Oaxaca, o los megaoperativos para combatir al crimen organizado en Ciudad Juárez o Michoacán. La alusión de la protección del estado, a través de líderes corruptos, de empresarios y curas pederastas, estoy segura, trajo a la mente de más de un espectador los nombres de Camel Nacif y del padre Marcial Maciel. La destrucción del medio ambiente y el retrato de una juventud sin futuro que se prostituye, se droga y es hedonista, seguramente causó en usted, como espectador o lector de la obra, una sensación de acorralamiento que lo llevó a tomar aliento más de una vez o a desabotonarse el cuello de la camisa.

Frente a la crudeza de la realidad que habitamos -que el hombre ha creado y frente a la cual es responsable-, la solución planteada se encuentra en un regreso a la naturaleza de tal modo que solamente la extinción de la infecta especie humana pueda retornar el equilibrio perdido. Sin embargo, como en todas las tragedias, es posible dilucidar la metáfora que trasciende al fatalismo. En Aloqua, Mario Jaime lleva al espectador a plantearse la existencia del hombre, la existencia humana.

La respuesta a esta cuestión bien puede encontrarse en el personaje principal: Azucena. Además de representar a la madre desquiciada que no puede superar la despiadada muerte de su hija, es una investigadora activista dispuesta a todo con tal de defender sus ideales. Intenta suicidarse, pero queda viva… “¡Es un milagro de la voluntad!. ¿Qué es lo que mantiene viva a esta mujer?” Se pregunta la científica que la reconstruye, al observar con asombro cómo la vida vence a la muerte en su laboratorio[1]. Usted que vio o leyó la obra contestará rápidamente: La venganza. Pero, observe más profundamente, ¿qué es la venganza en Azucena? Un amor invertido. Lo que mantiene viva a esta Madre, es su recuerdo. Su recuerdo intenso de amor. Su recuerdo intenso de lo bueno, lo bello y lo verdadero. La venganza es sólo el síntoma, la superficie evidente de su locura.

Terminaré estos párrafos haciéndole la misma pregunta, estimado lector, pero teniendo en cuenta la cuestión principal: ¿Qué es lo que mantiene viva a la Humanidad, nuestra Madre?, ¿qué mantiene vivos a sus hijos pese a toda la tragedia que ha caído sobre ellos mismos? Usted conoce la respuesta. Hagamos un ejercicio. Busque bien en su interior, y no se preocupe por el tiempo para responder, porque es probable que esta búsqueda le lleve meses o años, lo que le resta de vida o la eternidad. No me sorprendería que más de uno de ustedes en algún momento coincidiera con Azucena –esperaría que no estuviese al nivel de su locura-. ¿Sigue confuso? Le daré una pista lector, lea atentamente, lo que mantiene viva a la Humanidad, lo que hace que siga en pie, lo que mantiene vivos a los seres humanos, es su recuerdo intenso de amor. Su recuerdo intenso de lo bueno, lo bello y lo verdadero. Y si es un recuerdo, significa que estos elementos existen, porque los ha experimentado. Y por esas experiencias, ¿acaso no vale la pena la existencia misma?, ¿y la de los demás?...

II
Formamos parte de un sistema mundial[2], de un organismo vivo en transformación, y estamos ubicados en alguno de sus órganos. A nivel biológico está comprobado que, si un órgano deja de funcionar, el sistema debe cambiar de estrategia para seguir funcionando. Se reestructura, pues existe una interdependencia entre las partes que lo componen. A veces, y dependiendo del daño en los órganos se puede llegar, incluso, a la muerte. De manera parecida, y muy burdamente (para utilizar la analogía), se puede decir que funciona el sistema social. Este se compone de partes interdependientes que dan vida al todo. Esto es, el todo como una complejidad de interrelaciones y funciones. El mínimo cambio o transformación en alguno de los elementos que lo constituyen afecta su funcionamiento a corto o a largo plazo. El ser humano es una unidad de transformación en potencia, y estando dentro del sistema, del todo, lo que hagamos o no hagamos repercute en el funcionamiento de éste en el futuro.

Este es un conocimiento reciente de las ciencias sociales y tiene que ver con la aparición de sociedades complejas. Para comprender la complejidad y la totalidad de los sistemas, los científicos sociales recurren a teorías de la física cuántica. Éstos han llegado a la conclusión de que nos encontramos situados en un momento caótico del sistema y que el caos es un síntoma de debilidad. Hace perder solidez, y grados de control. Y que el relajamiento del control del sistema, tiene como resultado un mayor margen de acción para los individuos y la posibilidad de que estas acciones si se realizan, sobretodo, en conjunto impacten. De un infinito de posibilidades, es posible asegurar dos tendencias generales: mejor o peor. Dependiendo del lado hacia el cual inclinemos la balanza, determinaremos la dirección del futuro sistema. Y para poder tomar una dirección debemos comprender qué es lo que está sucediendo.

El hombre moderno desespera en la búsqueda de soluciones a los problemas que lo aquejan. Constantemente busca verdades en un mundo donde lo único verdadero es que las certezas no existen. Sólo el devenir y la transformación.
En gran medida, la “realidad” que tenemos del mundo es la que nos hacen creer los medios de difusión masiva. Ésta es una percepción metamorfoseada que “intenta” imponerse como única interpretación[3].
El miedo es el detonante y la estrategia es la disolución social. El miedo al otro, el miedo al extraño que está a un lado de mí. Y con ese miedo, se impone subrepticiamente un tiempo y un espacio único: el de la no transformación, el hecho “definitivo” de que nos encontramos sin opción. Lo que ignoramos es que ellos, los que están detrás de esta “realidad metamorfoseada” tienen más miedo que nosotros. Saben que la “realidad” que nos imponen es tan endeble y puede caer en el momento justo en que descubramos esta mentira. Escuchen esto: las luchas no serán televisadas. La solidaridad no será televisada. La fraternidad no será televisada. Y sin embargo, no quiere decir que no existan.

La característica que se le ha dado a la mundialización[4] como un proceso de homogeneización de identidades, es una estrategia autoritaria. Implica la aniquilación de toda identidad. Lo que Heriberto Yépez llama pantopía, además necesita la destrucción de la memoria, para imponer una neo-memoria, que no es nuestra, que es ficticia. Saben que entre más hermosas diferencias de pensamiento existan, habrá también más posibilidades de alternativas al sistema mundial. Ellos ven en la diversidad de pensamiento y en la comunicación a los más malévolos “terroristas”. Saben que ésta es una totalidad multiétnica y multicultural, por eso “intentan” destruir tradiciones, costumbres y lenguas. Sin embargo, esta hermosa diversidad implica un reto. Implica el re-conocimiento del otro. De aquél que está a un lado mío. Implica diálogo, tolerancia y respeto. De esta forma, sin darnos cuenta, nos movemos hacia la búsqueda de un sentido universal del ser. Esto es, la mundialización y sus procesos nos obligan a buscar un sentido más profundo a nuestra existencia.

III

Es aquí donde reside la importancia de la creatividad y expresión humanas, en un momento de inestabilidad sistémica. Su importancia radica en la comunicación. En el poder que tiene el artista de comunicar su percepción del mundo.

El escritor, el poeta, el dramaturgo, el músico, el pintor, el actor nos regalan visiones, imágenes de la realidad en la que vivimos. Hay quienes todavía van más allá y se atreven a crear mundos nuevos. Son referentes, como nervios, de lo que piensa y siente la humanidad. Estas visiones llegan a nosotros en lenguaje visual, escrito, hablado. La creatividad y la expresión humanas son acción pura. Por su esencia crítica incluso llegan a atentar contra el sistema igualitario de cosas. Esto lo sabe muy bien Mario Jaime: la expresión humana implica el libre pensamiento y éste escapa al control y al poder del estado, por ello dice al inicio en las notas de su libro que “[Frente al mundo]… No tengo, hoy, otra forma de luchar”.

Gracias.

La Paz, B.C.S., 3 de octubre de 2009.

[1] Haré un paréntesis aquí para señalar otro elemento que me parece interesante de la obra: El carácter anti-patriarcal de la misma. Los personajes femeninos de la Científica y de Azucena tienen el poder de “reconstruir” y “destruir”.
[2] Un sistema mundial incorpora a su vez subsistemas como los económicos, políticos, sociales o culturales.
[3] Y digo “intenta” porque, por lo menos, en América, no hablemos de otros pueblos, llevan cinco siglos “intentando”... pero aún seguimos aquí.
[4] Porque además hay que aclarar que la mundialización puede adoptar variedad de formas.


2 comentarios:

  1. yo vi la obra y me pareció muy buena. Gracias por hablar de ella aquí ojalá y los demás se den cuenta de lo que trata la obra de Mario Jaime aaa y muchas felicidades a él por sus logros, que seguramente serán mas.

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  2. mas valentía para enfrentar el presente y menos tragedia futurista

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