domingo, 3 de mayo de 2009

La hormiga de Dios...

Esta hormiga tuya
Ya no construye,
Ya no recoge,
Ya no se entierra.

Esta hormiga ya no cava.
Anda sin camino.
Siempre roja, enojada,
preocupada, enamorada.

Esta hormiga mata y se come.
Corre. Mueve bien sus patas.
Esta hormiga vive en las piedras
secas y amarillas.

Suda en el sangriento atardecer
al borde de la esquizofrenia.
Nadie se le acerca.
Ella sola se retuerce,
se quema pero no se entierra.

La tierra la llama,
la llama,
la llama.
Le grita,
le grita,
le grita.

Le atrae con fuerza. Le pide que baje.

Sus patas tiemblan. Su cuerpo entero tiembla.

Le grita más fuerte.
La llama más.

Esta hormiga lucha consigo misma.
No quiere entrar en la tierra.

Se niega.

Pero su cuerpo le súplica que cave,
que cave de nuevo.
Que cave un túnel y regrese a su hormiguero,
en la humedad de las profundidades,
la tranquilidad del subterráneo, del silencio…
Sus débiles músculos se contraen,
Implosionan uno a uno.

Brota su pegajosa sangre de insecto de pata en pata.
Sus arterias se revientan de presión.

¡GRITA!
Grita como hormiga en un asqueroso idioma de insecto pero nadie la escucha.
Nadie la escucha,
Nadie la entiende.

Aún así se aferra…

Hasta que r e v i e n t a…

Y su miserable cuerpo destruido yace escurrido
sobre la tierra, por encima de ella…
Libre para secarse con el sol…

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